

En un partido de béisbol, todos estaban en el campo mirando como el chico intentaba golpear la bola sin éxito. La gente decía: muy bien, muy bien chico, inténtalo otra vez, muy bien…! Uno de los visitantes le comenta a una amiga del lugar:
Oye, ufff, no hay manera que el chico lance la pelota y sin embargo están todos motivándole sabiendo que no lo está consiguiendo. … En mi tierra ya le hubiéramos silbado a más no poder!
Su amiga le dijo:
Aquí premiamos la intención. La intención por hacer las cosas. ¿Sabes cuántas veces se cae un niño antes de aprender a caminar?
VISITANTE: No lo sé.
AMIGA: Unas 2000 veces. Nadie duda de que acabarán lográndolo. Cada caída del bebé le permite controlar mejor su cuerpo y su entorno. ¿Tu has visto alguna vez a alguien que le silba al bebé por caerse?
VISITANTE: No.
AMIGA: ¿y por qué lo hacemos con los adultos? ¿Cuál es el objetivo a lograr?
Cuando diriges un equipo, el premiar la intención de hacer las cosas es lo que ayuda a liberar los juicios limitantes sobre lo que son o no capaces de hacer, abriendo así un mundo de posibilidades.